Puerto de Bermeo, Vizcaya. Es práctica marinera arribar a un amarre colectivo y dejar el bote en segunda, tercera, cuarta fila. A ningún observador le sorprenserá ver saltar, de barca en barca, al recién llegado, tratando de alcanzar el muelle. Tampoco le sorprenderá ver mover los botes al recién embarcado, haciéndose un camino para partir. Los roces y pequeños golpes son confiados a refuerzos de goma y fragmentos de neumáticos que protegen la embarcación. La seguridad, a sencillas y largas cadenas que, paseándose de barca en barca, llegan al amarre. También a la ausencia de uno, o los dos, remos, según lo confiado del propietario. Nada similar podrá contemplarse en otro tipo de "aparcaderos", donde coches, yates, incluso personas, tienen restringida su libertad a un orden numerado.
Pistas: El orden y concierto en la composición. Comentarios ocultos (resaltar con el cursor a continuación para desvelar): Parece mentira que el resultado aparentemente aleatorio de este proceso, consiga la sensación de orden y calma que se desprende de la fotografía. El orden lo dispone la orientación de las embarcaciones, con la proa siempre al amarre, siempre entre otras proas, siempre sin espacio entre ellas para distinguir el mar. La calma la insinua el propio mar, que se muestra a gusto entre ellas. Sus reflejos acuarela forman parte del azul predominante, que acentúa, todavía más, esta sensación.
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